Friday, September 22, 2006

Benvinguda

Bueno, hagamos balance. Ha llegado el momento de la evaluación. Lo bueno, lo malo, lo regular. Dos días después de haber vuelto de Barcelona me parece que no haya estado nunca allí.
Lo mejor.
Que las cosas no cambien cuando te vas o, al menos, no tanto como para dar miedo. La Vila sigue razonablemente igual, las voces que anuncian las paradas del metro son idénticas, ni siquiera el horario de primero de Periodismo ha cambiado demasiado.
Pensé que sólo volvería a Barcelona con alguien que me quisiera para acompañarme. Pensaba que sería una especie de Gran Trauma, una nueva constatación de Mi Debilidad y Mis Miedos. Sin embargo, mientras compro un botellín de agua en la Plaça Civica de la Autónoma y me dispongo a coger el ferrocarril de vuelta a la ciudad, me digo que no es para tanto. Estabas lejos, Marina. Lejos y sola. Aguantaste bien, lo hiciste muy bien. Te volviste porque no era tu sitio, porque a ti no te gusta esto, con tanto metro, tantos Starbucks y tanto catalán dando por saco con la normalización lingüística. Porque a ti te gusta tu ciudad pequeñita con sus tapas, sus guiris, su Albayzín y su castellano andaluz y monolingüe.
Y Mariana, que sigue igual, y que es como una gran bocanada de algo muy fresco y muy limpio. Que mereció ella solita todo el tiempo que viví en la Vila.
Rocío, y Joana, y Jose, y pasear por el Raval comprando a deshoras en las tiendas de los pakis. Porque esa es una Barcelona nueva. Yo pensé que haría una especie de viaje conmemorativo, que visitaría los lugares a los que iba cuando vivía allí. Sin embargo, la vida sigue, y esta visita a Barcelona no ha sido sólo el recuerdo, sino la continuación. He estado allí y he construido nuevas vistas, nuevos recorridos. He seguido adelante. Y mi historia con la ciudad no se para donde la dejé, en la confusión, en el miedo, en la derrota. Mi historia sigue en la Barcelona de las bicis, los locutorios y los pisos de estudiante, en la Barcelona del viajero, en esa confortable certeza de que estás aquí pero puedes irte cuando quieras, y también volver cuando quieras.
Lo peor.
No hay peor. A veces quiero construir una vida que tenga significado en sí misma, comienzo y fin como los capítulo de una buena novela. Que cierre sus círculos, que acabe sus tramas, que tenga cosas buenas y malas que se compensen las unas a las otras. Luego descubro que a veces no hay peor, que a veces no hay final. Que no voy a decir que todo lo que pasó allí está ya resuelto, superado, archivado. Tampoco que no lo está. Tampoco que piense volver una vez cada equis tiempo para mantener una relación con la ciudad, seguir descubriéndola y blablabla. Simplemente: lo que pasó, pasó. La cuestión no es cuándo vaya a volver: la cuestión es que ahora sé que puedo hacerlo siempre que quiera.

1 comment:

Anonymous said...

No se si tendrá demasiado que ver, pero si he de expresar el comentario en alguno de tus escritos, es aquí.

Hace meses que un obsesivo pensamiento me ronda por encima de todo lo demas... Ir a estudiar a la encantadora Granada que conocí el verano pasado, olvidando por un tiempo la asfixiante ciudad que me ahoga desde hace 20 años, Valencia.

Empezar otra vez, o simplemente continuar, pero en otro escenario, para que al irme eche de menos lo que ahora me desmotiva cada mañana.

En fin, hacerte saber que alguien envidia desde lejos tu lugar.

Besos.