Wednesday, September 07, 2005

...T'has de riure més fort

Estoy intentando resumirla. Intento meterla en un post para ver si así dejo de echarla de menos. ¿Qué os cuento para que la conozcáis, para que intentéis imaginaros cómo es estar un día a su lado? Hay quien se empeña en ser distinto, vistiéndose de formas extraña, escuchando música experimental o defendiendo ideas absurdas. Mariana era especial por la forma en que vivía, por cómo lo tocaba todo y lo convertía en oro.
Cuando yo volvía de estudiar catalán en el SIM y me agobiaba pensando en los trabajos de la facultad, me la encontraba sentada en su escritorio, de espaldas a la puerta, pintando acuarelas de ciervos y patos con pinceladas diminutas. Tenía la pared llenas de fotos de animales hechas por ella misma. Había muchas vistas desde detrás; del culo, para entendernos. Ella siempre decía que todas las fotos de animales son desde delante, y que ella no quería fotos como todas. “A més, està net”*, argumentaba, cuando yo me quejaba. Y yo sonreía y le soltaba un només faltaría de los suyos.
Cocinaba platos inventados y me los daba a probar. Paraba de estudiar para ver cómo pasaban las ovejas por el valle, al otro lado de la ventana. Cosía lentejuelas a sus jerseys y le cambiaba los botones a sus chaquetas. Sonreía mucho y me dejaba notas de ánimo en la mesa cuando me ponía triste.
Un día, cuando estaba a punto de terminar la carrera, me la encontré deprimida, sentada en el suelo, enfurruñada como una niña. No quiero trabajar, decía. Todo el mundo que trabaja se queja, y si todos se quejan será por algo.
Sus frases estaban llenas de exclamaciones y de letras repetidas, y se tiraba de risa sobre la cama cuando sacudía a su Nemo de peluche para que hiciera ruido. Tenía unos calcetines con huecos para los dedos de los pies, y cuando se los ponía pasaba todo el día quitándose los zapatos (sus zapatos rojos, brillantes) para enseñarlos. Fabricó cortinas y lámparas de papel de seda para nuestra habitación compartida.
(Abandono, abandono, no la puedo explicar. Conocedla si podéis, porque no me cabe sólo en palabras).
Me fue calando despacito, como una llovizna que te moja sin que te des cuenta, y no reparé en cuánto la quería hasta casi el final, cuando estudiábamos juntas mirando las ovejas y pintándole caritas a la botella de agua.
Hoy me acuerdo de ella porque he estado pensando en algo que leí en un libro: el concepto japonés de la resonancia, o el hueco que queda en la rama cuando se va el pájaro (o el silencio que se cernía sobre las montañas pirenaicas cada vez que se deshacía en el aire el ruido de un helicóptero). Mariana es sobre todo eso: su resonancia. No fue la forma en que llenó mi vida, sino la manera en que se vació cuando ella se marchó. Y ahora que, un año y medio después de verla por última vez, aún me sigo acordando de sus frases, de sus risas y de sus recetas de cocina, me pregunto hasta cuándo van a durar en mi vida las vibraciones de su ausencia.
Un mensaje desde aquí: Mariana, te extraño. No sé por qué me impactaste tanto, no sé por qué vi en ti tanta luz, pero la vi.

Marina: no voy a hacer abdominales nunca más. No me gustan; son muy desagradables.
Mariana: fer abdominals no serveix de res. Per això (se señala la panza)t'has de riure**.
Marina: yo me río mucho.
Mariana: t'has de riure més fort***.

* Además, está limpio.
** Hacer abdominales no sirve de nada. Para eso tienes que reírte.
*** Tienes que reírte más fuerte.
(Perdón si he escrito algo mal en catalán. Admito correcciones).

1 comment:

Anonymous said...

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