Wednesday, July 20, 2005

Él también es paciente conmigo

Ejercicios de escritura nocturna: Imagina a tu ángel de la guarda. Descríbele, ¿qué aspecto tiene? ¿Qué funciones cumple? Ahora imagina que le conoces: ¿cómo es? ¿qué hacéis juntos? Escribe durante media hora.
Mi ángel de la guarda es un ángel del tipo AA: Animador de Artistas. Se dedica básicamente a hacerme escribir. La mayor parte de mis problemas no le importan demasiado; él sólo coge mi dedito extendido hacia alguna injusticia de la vida y lo empuja con suavidad en dirección a la pantalla de mi ordenador. Cada vez que termino un cuento o un texto que me gusta, me aplaude estrepitosamente y me masajea los hombros, provocando que las endorfinas inunden mi cerebro y me hagan creer que vuelo. Así, mediente una rudimentaria técnica de refuerzo-castigo, mi AA consigue que vuelva, después de todo y pase lo que pase, a teclear sobre estas patitas de mosca que son las letras.
También tiene otras funciones. Se ríe tanto de mí que me obliga a que me ría yo misma. Me esconde las llaves, me tira los vasos y me mancha la ropa, pero sé que sólo pretende que me de cuenta de que estoy perdida, o no estoy centrada, o no voy en la dirección correcta. Me susurra al oído por dónde debo ir, y a veces le escucho y otras paso meses canturreando en voz alta para no tener que hacerle caso. Al final, sin embargo, casi siempre tiene razón.
Me imagino que me lo encuentro. Se materializa aquí mismo, al lado de la cama, mientras escribo. No me asusta porque se vuelve corpóreo muy despacio, para que me de tiempo a acostumbrarme a su figura. Se levanta y viene hacia donde estoy. “Ven – me dice – tengo que enseñarte algo”. Él es un ángel de los de enormes alas en la espalda, aunque quizás vista con vaqueros y zapatillas de deporte, como los que salen en las películas americanas. Pero alas tiene seguro, porque me agarra entre sus brazos y me saca volando a través de la ventana.
Primero sobrevuela la bahía. Se tiende bocarriba en el aire, a pocos metros del mar, conmigo tumbada sobre él como sobre un colchón de playa. “Mira el cielo”, me dice. A poca distancia, detrás de nosotros, se reflejan las luces hirientes de los sardineros. Hay más estrellas que en cualquiera de las noches que he pasado en el campo; él es capaz de convocarlas todas, porque está hecho del mismo material que ellas. Yo cierro los ojos, y debajo de mí el rumor de las olas es como el de una tubería subterránea, con el agua gorgoteando entre las rocas y los pececillos siseando por debajo. Puedo verlos, alumbran como ascuas plateadas; las hago señas para que se alejen de los sardineros y me recuesto otra vez sobre mi ángel a mirar el cielo. Star gazing, pienso. Gaze es mirar fijamente, y Stargazing era el pie de foto de una ilustración del Rey León que tenía en un libro de colorear. Pienso en si mis antepasados me estarán observando desde arriba, como Mufasa a Simba. Luego recuerdo a Momo e intento escuchar la música de las estrellas, que es la música que suena dentro del corazón de cada uno.
Al cabo de un rato, mi ángel, que me conoce y sabe que estoy a punto de quedarme dormida, da un quiebro en el aire y empieza a volar de nuevo. Ahora me lleva a mirar por la ventana de las casas donde vive gente a la que quiero. Todos duermen. Veo a mis amigos de Málaga, los recientes y los antiguos. Luego, a toda velocidad, me lleva a Granada para que contemple durmiendo a los de allí. Pasamos por Toledo, donde descansa Mariana, y por Mallorca, para ver a Ana. Nos damos una vuelta por Barcelona. A toda velocidad, nos acercamos a Irlanda a ver a la PK, que está tumbada con el ceño un poco fruncido y me recuerda a las noches que dormí a su lado cuando estábamos en los scouts. Mi ángel me mira fijamente: “¿Ves?” me dice “todos duermen. Están lejos, pero están bien, ¿lo entiendes?”. Le miro y asiento.
Por hoy ya está bien, así que el ángel me trae de nuevo a casa y me sienta frente al ordenador. “Ahora escríbelo todo”, casi me ordena. Vuelve a sentarse en la cama y se desvanece, otra vez muy despacio, para que me de tiempo a decirle adiós con la mano mientras se va.

La idea de este post se la tengo que agradecer a Pipe, que ha escrito uno mucho mejor sobre el mismo tema en su blog. No dejéis de visitarle, es muy bueno.

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