Saturday, July 23, 2005

Cuesta abajo

No me encuentro muy bien. No me gustan los post autocompasivos, pero era o esto o no actualizar hasta vete a saber cuándo, así que ahí va. Relato de un bajón, por Marina Díaz.
Empezó ayer con los viejitos, imagino, porque el ambiente es bueno y te ríes con ellos, pero yo tengo un exceso de imaginación morbosa y no puedo dejar de imaginármelos, dentro de unos cuentos años, postrados en una cama, haciéndose sus necesidades encima y sumidos en la oscuridad. Veo sus caras esforzándose en recordar un nombre o en reconocer el color del lápiz que están utilizando y pienso que cada vez será peor. Aunque intento desterrar esas lúgubres reflexiones a un nivel inferior de conciencia, supongo que van sedimentándose sin remedio y lastrándome la moral.
De todas formas, no toda la culpa la tiene el Alemán, como llaman por allí a la enfermedad maldita. En mi casa me eché una siesta tremenda, una de esas en las que luchas durante horas contigo misma porque te quieres levantar y no puedes. Luego ensayé al piano durante una hora. Ayer el terral volvió a caer sobra mi ciudad, y me chorreaba el sudor por la nuca mientras destrozaba a Mozart. Luego fui a clase, y cuando me vi luchando con una línea de pentagrama como los abuelitos luchan con las sumas, pensé: “soy idiota. Tengo veinte años y me estoy gastando una pasta en aprender a tocar el piano, y no soy capaz siquiera de descifrar unas miserables notas en clave de sol. Hay veinticincomil millones de chavales en el conservatorio que se descojonarían si me vieran”. Alla, mi profe de piano, me habló de Julia, una chica que daba clases con ella cuando yo empecé. Ganó un concurso de canciones del Ayuntamiento y tiene una propuesta para grabar con Sony. Flipa, chaval. “También les hablo de ti a mis otros alumnos, no te creas – me dice-. Les cuento que daba clases a una chica a la que le gustaba mucho escribir y que ahora está en Barcelona”. Le dije el primer día que volví a clases, hace una semana, que me había ido a Granada, pero creo que se le ha olvidado. No la corrijo y lo dejo estar. Barcelona suena mejor. Cuando bajo las escaleras de su edificio con mi archivador de partituras bajo el brazo, me siento vieja. Luego me acuerdo de mi madre: “no empieces ya a sentirte vieja, porque a partir de ahora cada vez tendrás más años y sólo podrá ir a peor”.
Hoy he pasado la mañana durmiendo y soñando que me inventaba chistes malos. Por la tarde he pintado la barandilla de la escalera, intentando descaradamente colocarme con el disolvente y sin conseguir nada más que marearme. Ahora me voy con Funes al cine; si la peli no es buena, esto no tendrá remedio, así que cruzo los dedos para que hayamos acertado eligiendo.

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