Tuesday, October 18, 2005

Poesía básica

Hay pintadas espantosas, ya sabéis: esas firmas toscas de quinceañero rebelde que desfiguran las persianas de los comercios y las paredes de los edificios. Otras, sin embargo, conmueven por su contacto bruto y directo con la vida. En la persiana cerrada de un comercio cercano a mi casa puede leerse, en grandes letras violetas: “te pienso tanto, Fabricia…”. Los puntos suspensivos chorrean un poco de spray y un mucho de melancolía, y es tan hermoso: te pienso; no te quiero, ni te amo, ni te deseo; te pienso, y en ese pensamiento intento contenerte entera, y no te puedo sacar no ya de mi corazón, sino ni siquiera de mi cabeza.
No sé si los pijos que van al nuevo aulario de Derecho lo saben, pero el año pasado, mientras se construía, alguien pintó en mayúsculas sobre la pared una frase.
ESTA MOLE DE CEMENTO ME TAPA LA SIERRA, decía.
Y era tan sincerísimo, tan de "aún me queda el pataleo", que cada vez que pasábamos por delante Josy y yo nos parábamos, movíamos las manos como declamando y repetíamos aquella queja eterna en voz alta, resucitándola para que el que pasara por al lado pudiera escucharla. Claro que sí: la mole de cemento tapa la sierra y no nos hace ni puta gracia. Poned el progreso como excusa, defended que los de Derecho necesitan urgentemente un aulario, pero nos estáis tapando la sierra y eso nos toca las narices. Cada vez que yo pasaba por ahí sonreía y me quitaba mentalmente el sombrero frente al autor, y me lo imaginaba al otro lado de la calle, dibujando de memoria las cumbres de la sierra y con ganas de hacer reventar las grúas y los ladrillos que habían colocado sin consultarle.
Luego está el flautista de Gran Capitán, que se mueve y toca... nuestra música apagará nuestro fuego, afirman altivas las letras escritas a su lado. O la alcantarilla que había de camino a Políticas a la que alguien le había dibujado una sonrisa. O ese “Yonquis, os queremos. Muac muac” del que os hablé el otro día y que aún nos hace reír a Jose y a mí. O quienquiera que fuese que convirtió las vigas de un pasillo entre dos estaciones de metro de Barcelona en un larguísimo poema, con un verso en cada viga del techo, de forma que parecía que una mano invisible y enorme lo estaba escribiendo para ti en ese mismo instante.*
Las marcas de lencería no consultan a nadie para llenar las paradas de autobuses con fotos de quinceañeras en tanga. Entre eso y las pintadas (algunas, no todas), me quedo con las segundas.

*Sólo lo vi una vez. Luego lo blanquearon y a mí se me quejó el alma un poquito.

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