Felicidades, mi clown, mi payasete. Veintiuno ya. No sé qué te regalarán pero, para mí, tú eres el mejor regalo de este año, sin duda.
Brindo por noches en la enorme terraza de mi ático nuevo, mirando hacia la Vega, hablando de la inmortalidad del cangrejo y del sexo de los ángeles. Por tardes de cañas y cafés, por litronas en los parques (por parques sin litronas). Por escribir en los bares. Brindo porque les enseñes teatro a los chiquitines con la nariz de payaso que te vas a tener que comprar (la vieja se rompió en la feria, cuando bailábamos con ella puesta y nos pasábamos pelotas invisibles). También brindo (o ruego, más bien) por tener la oportunidad de compartir otro escenario contigo.
Brindo porque encuentres a esa personita especial (esa chica lista-y-dulce-y-guapa-y-perfecta-y-que-te-entienda), porque tu monólogo se convierta en diálogo. Brindo porque puedas pensar menos y sentir más, porque seas capaz de prestar atención a tu respiración, un dos, un dos, y sosegar tu mente enfebrecida, y brindo porque sé que ese sosiego te va a ir acercando al amor, por fin. O a la paz.
Brindo porque el destino te ha traído por fin a mi lado, y cuando ya pensaba que nos íbamos a ir separando lentamente por, ya sabes, la vida y eso, te vienes a mi ciudad y me dices que vas a compartir un curso conmigo. Brindo por eso.
Brindo por tus textos, tus guiones, tus dibujos, tus teatros. Por esa cabecita tuya que buye sin parar y por cada uno de sus largos rizos, por tu espíritu crítico, por tu rebeldía. Por tu libreta de apuntar frases y tu libreta de dibujos surrealistas, freudianos. Por tus palmas, tu piano, tus darbukas y tu siempre aplazado propósito de aprender a tocar la guitarra.
Que tengas suerte, mi loco, mi artista. Que encuentres tu camino y, si te equivocas, escojas otro nuevo sin miedo, con alegría. Que consigas un buen curro y llegues a fin de mes (y ya sabes que si no te invito a cenar). Que sigas volando y abras cada día el corazón un poquito, como si le estuvieras haciendo palanca con un destornillador.
Ponte a Calamaro y dedícate un “Brindo por las mujeres” en mi nombre. Veintiuno ya. Bueno, no son muchos. Apenas si estás en la recta de salida.
Brindo por el momento en que tú y yo nos conocimos…
Felicidades, mi genio, mi amigo.
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