Tuesday, June 07, 2005

La vieja táctica...

... de publicar cuentos antiguos cuando estás de exámenes y no tienes mucho tiempo para escribir;) Que conste que esta vez no es falta de inspiración, sino que estoy demasiado ocupada intentando que no me psicobiofollen como para andarme con chorradas literarias :p
Así que aquí os dejo un cuento del año que fui al taller de escritura (2003) y que está publicado en un librito que sacamos al acabar el curso. Sólo se hizo una miniedición para los del taller, pero si le queréis echar un vistazo pedídmelo, que es muy chulo, un libro de verdad, con sus tapas y todo (y sale una foto mía en la que estoy superguapa)(y soy la autora más joven de todos) xD. Como siempre, espero que os guste.

URBANISMO

Si aquella mañana Alfredo no hubiera tenido que atarse los cordones de los zapatos de camino al trabajo, no se habría dado cuenta de que habían quitado los bancos. Pero cuando fue a sentarse para rehacer los lazos advirtió que, en efecto, no había bancos, y en su lugar sólo quedaban los hierros desnudos que habían sido las patas.
Tal vez haya sido el ayuntamiento, que pretende renovarlos y que los sustituirá, como siempre, por algún horror vanguardista, pensó. Desde su casa hasta la oficina todos los bancos habían desaparecido, dejando siempre los mismos cadáveres tristes de patas metálicas. El ministerio de obras públicas cada vez está peor, se dijo. Vete tú a saber lo que pondrán ahora. Cuando regresó ya casi lo había olvidado; estaba en forma y los cordones de sus zapatos no se le volvieron a rebelar.
Al llegar a su casa escuchó a Mercedes en la cocina y el ruido de la tele en el cuarto de estar. Sobre el sofá Anselmo, su suegro, veía el telediario de las tres.
- Buenas tardes, Anselmo. ¿No sale hoy a pasear?
El anciano no respondió. Alfredo supuso que no le había oído. Pobre hombre, pensó, mientras le miraba observar el televisor con los ojos entrecerrados. Estaba medio sordo, pero no subía el volumen de la tele para que los demás no lo notaran.
Al volver al la salita revisó el correo, que le esperaba encima del aparador. Le llamó la atención un sobre azul, alargado y de letras sobrias. Señores de Rodríguez Vera, decía el sobre. Le dio la vuelta. Ministerio de obras públicas, ponía en el lugar del remitente. Rajó el borde con la uña y sacó el papel, un folio blanco, con membrete y varias filas de letras de imprenta.
- ¿Qué es eso? – preguntó Mercedes, llegando desde la cocina con los platos y los vasos en equilibrio.
- Una carta del gobierno – dijo Alfredo -. Veremos a ver.
- Anda, no será nada.
- “El ministerio de obras públicas y, con él, el Gobierno Central, tiene el gusto de informarle de las nuevas disposiciones adoptadas a partir de hoy en materia de urbanismo – leyó Alfredo, mientras se sentaba a la mesa a medio poner -. Se informa a los ciudadanos de que a partir de hoy se eliminará el mobiliario urbano para usos de esparcimiento. Esto se debe al mal empleo que de éste se viene realizando, y que fomenta actividades relacionadas con la violencia juvenil y las pandillas”.
- Bendito sea Dios – dijo Mercedes.
- “Para evitar en lo posible los daños que esta disposición pudiera causar eventulemente a colectivos como las personas de la tercera edad o los afectados por una minusvalía física, el ayuntamiento de su ciudad instalará, en breve, zonas de reposo y ocio urbano, techadas y convenientemente vigiladas. Deseándoles que disfruten al máximo las ventajas que de estas disposiciones se derivarán, se despide atentamente nosequién talycual, secretario de yonosedonde” – terminó de leer Alfredo - Zonas de reposo y ocio. Estamos locos, desde luego.
Mercedes sacudió la cabeza mientras colocaba los cubiertos a ambos lados de los platos.
- De todas formas, tienen razón en lo del pandilleo, ¿eh, Alfredo? O me vas a decir tú que tiene buena pinta el grupito ese que se junta los viernes enfrente del portal.
- Ya, mujer, ya. A ver si llega ya el niño y podemos comer, ¿no? – preguntó Alfredo.
- Eso digo yo. Pero tú sabes que este hasta y media no aparece, se queda ahí tonteando con los amigos y se le olvida mirar el reloj.
- ¿Y tu padre, ya ha comido? – preguntó Alfredo, mientras se servía un plato de sopa.
- Ajá. ¿Quieres pan frito para la sopa?
- No, déjalo, a ver si me pongo un poco a régimen.
Sonó el timbre y Mercedes abrió.
- Hombre, Alfredito, hijo, cómo tú por aquí, qué honor tenerte en casa a la hora.
Con un hosco resoplido, Alfredo hijo fue hacia su cuarto.
- Yo voy a empezar ya, con vuestro permiso, que esto se enfría – declaró Alfredo, removiendo con la cuchara su plato.
Volvió la mirada hacia el televisor. Emitían un anuncio de un modelo nuevo de Nissan. El viejo Fiat estaba hecho polvo. Tal vez, pensó Alfredo, mientras soplaba una cucharada de caldo para enfriarlo, podríamos comprarnos uno de esos, a plazos. Es bonito.

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