Sunday, October 22, 2006

Lecciones de Marina sobre el amor, volumen II

En los cuentos siempre hay una advertencia. Cuando el mago, o el hada, o quienquiera que sea que va a ayudar o a imponer una prueba al héroe, le explica cómo debe hacerlo, suele incluir un aviso. “No toques nada” o “no comas nada” o “no mires a los ojos de la estatua” o “no vuelvas la vista atrás”. Y siempre, no falla, el héroe cae en la trampa y hace caso omiso de las instrucciones. Luego, en general, aunque las cosas se embarullen por su culpa, encuentra la forma de salir airoso, que para eso es un cuento y termina bien. Hoy me pregunto: ¿por qué? La advertencia era sencilla. Era un compromiso. Decir una cosa y hacerla. Es por tu bien, no por putearte. Y los héroes siguen liándola, cogiendo comida o tocando las riquezas o mirando atrás como subnormales. Podrías haberlo hecho bien, podrías haber sido rico y feliz, podrías haber salido victorioso y no lo has hecho.
Los cuentos son la realidad. Los humanos tocamos la plancha para ver si está caliente y pasamos los dedos por encima de los cuchillos para ver si están afilados. Nuestras madres nos dicen que nos abriguemos y no lo hacemos. Nuestras parejas nos dicen que no les mintamos y lo hacemos. Y luego, cuando nos quemamos, nos cortamos, nos resfriamos o nos dejan, nos quejamos.
Así nos va.

12 comments:

Unknown said...

Y los héroes siguen liándola, cogiendo comida o tocando las riquezas o mirando atrás como subnormales.

¿No es la curiosidad...?

Anonymous said...

o todos los males naturales de los seres humanos(codicia, avaricia, envidia, etc...)

Golfo said...

Lo cual te convierte en el hada del cuento :)

Aldery said...

¡Ajá! ¡Así que fuiste a ver el Laberinto del Fauno! :P

(y si no, siempre quedará la tan sobada frase de "es que no pude evitarlo...").

Aldery said...

(Layla = Aldery... que no sé qué coño hace blogger ahora ¬¬UUUU).

Anonymous said...

creo que el ser humano es el único tan tonto de saber que lo que va a hacer le hará daño y aún así siempre pica..
te he descubierto por casualidad y creo que re-pasaré..

Blackberry said...

Me he reido mucho con lo de "mirando hacia atrás como subnormales" :)
Yo no creo que sea solo la curiosidad. Es también el desafío, el creernos especiales, o invulnerables, poder decir después "mira, me he saltado las reglas del juego y he salido victorioso" (que es lo que pasa en las películas)
El problema es ese, mujer, que en las películas siempre les sale bien. Y en la vida real es distinto.

Ruth said...

Y digo yo: si el hada/mago de turno no dijera nada, ¿lo haríamos también? ¿O es sólo por ánimo de chinchar?

Tito Chinchan said...

Buenas,

has visto la del fauno, has visto la del fauno, has visto la del fauno!!!!! Y se nota, y se nota, y se nota, ja, ja, ja, ja.

Un besazo.

Anonymous said...

Yo creo que no siempre es asi, por lo menos en la vida real. Lo digo por experiencia personal.

Anonymous said...

jeje, ta descarao q fuiste al cine el otro dia, ¡¡pero q wapo q taba el monstruo ese!!

Unknown said...

-Mira Neikos -comenzó-. No te diré que no subas a esa terraza porque de hacerlo, estarías contando los segundos para tratar de subir por la escalera. Sin embargo sí te advierto de que la escalera está en muy mal estado y que tendrías que tener mucho cuidado.

Me acuerdo de esta conversación una vez cuando era pequeño, unos diez años debía tener. Eran unas vacaciones que pasamos con mi familia en una casa que dejaron a mis padres.

El amigo que nos dejaba la casa me señaló una terraza a la que solo se podía llegar por una escalera de madera machacada por la lluvia.

-¿Una terraza allí arriba?

A mi me soprendió lo que me decía, la conversación, porque normalmente las cosas se suelen prohibir sin más. Y cuando eres pequeño, con pocas explicaciones. Sin embargo, este hombre se tomó su tiempo en explicarme el verdadero problema.

¿Y la moraleja? Bueno, de una historia corta se pueden sacar muchas moralejas. Yo solo diré que, por supuesto, en cuanto se dió la vuelta, corrí a subir a la terraza.

Eso sí, sabía que tenía que tener cuidado porque tenía sus peligros y al final no me pasó nada.


Vaya ¡Ahí van dos moralejas!