Thursday, May 04, 2006

Hector y Musa (III) (por fin)

(Perdón por el retraso. Espero que la espera haya merecido la pena)

Hector ni siquiera pensó en intentar escapar. Sabía que no conseguiría nada con ello, y la perspectiva de perder todo lo que había ganado le aterraba. La bolsa se había vuelto blanca por la mañana, así que supuso que Musa quería encontrarse con él por la tarde, más o menos a la misma hora que la vez anterior. “Quizás no quiere quitármela”, pensó. “Puede que sea sólo un aviso, o que quiera darme algún consejo adicional”. Pero Héctor no podía engañarse: aquella tarde tendría que despedirse de la bolsita y, muy probablemente, de su recién conseguida reputación como escritor de éxito.
Hacía más calor que la última vez que había encontrado a Musa, y ya florecían unas rosas coloridas y enormes por todos los rincones del parque. Héctor se sentó en el banco, con la expresión un poco cauta de los que esperan a alguien y no saben bien por dónde vendrá.
Esta vez ella no se acercó caminando, como la otra vez; simplemente se materializó a su lado, pero lo hizo de forma tan lenta que Héctor ni siquiera se asustó. Iba vestida con un vestido blanco ligero, como de playa, y llevaba los pies tan desnudos como la otra vez. Héctor se fijó en que había complicados tatuajes alrededor de sus tobillos, como pulseras de letras historiadas y casi ininteligibles.
- Hola – murmuró, un poco amedrentado.
Ella sonrió.
- Hola – le miró con un brillo divertido en los ojos grises.
- Supongo que esto es tuyo – Héctor sacó la bolsa y la colocó frente así, casi sin mirar, como si extendiera un brazo para que le sacaran sangre. Ahora que el momento había llegado, quería terminar lo antes posible.
- Ey, ey, no tan deprisa – dijo Musa, extendiendo frente a sí las palmas de las manos -. ¿Por qué estás tan serio?
- ¿A ti qué te parece?
Mientras más acongojado se sentía Héctor, más parecía divertirse Musa. Él se enfurruñó.¿Cómo su desgracia podía hacerle tanta gracia a quien, precisamente, se suponía que trataba de ayudarle? La miró, interrogante.
- Pues no sé – contestó ella -. Pensé que estarías contento… no te creas que no he sabido nada de ti en este tiempo: me he enterado de cada uno de tus éxitos.
- Sí, ya… muchas gracias, supongo – él se sintió algo culpable -. Pero… ahora se ha acabado todo.
- ¿Por qué dices eso? – Musa parecía francamente apenada, como una niña que no comprende la tristeza de un adulto.
- Sin esto – Héctor señaló la bolsita, que aún tenía en las manos -, yo no soy nada.
- ¿Tú crees? – Musa enarcó las cejas.
- Pues claro. ¿De dónde han salido las historias que me han hecho famoso? ¿De dónde voy a sacarlas a partir de ahora?
Escondió la cabeza entre las manos. Lo peor, pensaba, sería enfrentarse a su recién conseguida popularidad. Habría sido más fácil dejarlo todo como estaba; cuando nadie sabía de sus afanes por ser escritor, nadie podía sentirse decepcionado si no lo conseguía. Ahora tenía una agente, un editor, un anticipo por su segunda novela y un montón de cartas en el buzón suplicándole que siguiera escribiendo. Cuando todos vieran que no era capaz de hacerlo, empezarían a correr todo tipo de rumores: se hablaría de falso talento, de un golpe de suerte de principiante que no se iba a repetir. Quizás hasta le acusaran de plagio.
Estaba tan absorto imaginando su propia desgracia que Musa tuvo que soplarle cuidadosamente en la oreja.
- Eh, tú – le dijo, traviesa.
- Qué – Héctor contestó con el tono de voz monocorde de un adolescente enfurruñado.
- Puedes hacerlo.
- ¿Qué es lo que puedo hacer?
- Seguir adelante. Seguir escribiendo.
- ¿Tú crees?
- Claro. Atiéndeme.
Musa se sentó con las piernas cruzadas mirando a Héctor, como había hecho el día que se conocieron. Con la seriedad y la dulzura de una maestra de escuela, comenzó a hablar.
- ¿Sabes que la mayoría de los cuentos tienen un truco? Pues el tuyo, el que te ha sucedido, también.
- ¿A qué te refieres?
- Las bolitas no eran mágicas. No creaban ficción. Eran sólo un espejo… una manera de que pudieras ver cómo trabaja tu propia mente.
- Eso es imposible – Héctor pensó que Musa le mentía para consolarle.
- Claro que sí. Tú pusiste todos los ingredientes; yo sólo te proporcioné la manera de juntarlos, de visualizar lo que ya estaba dentro de tu cabeza.
Musa sonrió indulgente ante la cara de asombro de Héctor.
- A ver… Tú buscabas las bolitas, ¿no es cierto? – él asintió con la cabeza -. Ahí ya estabas poniendo el primer ingrediente: la observación. Prestabas atención a todo lo que tenías a tu alrededor, ibas a sitios donde nunca habías estado para cazar nuevas historias.
Héctor se rascó la cabeza y asintió.
- Supongo que sí.
- Muy bien. Después mirabas las burbujas para enterarte de la historia, ¿verdad? Ahí estabas dándole espacio a tu creatividad para que trabajase. Mientras observabas la bola, creabas vacío en tu mente, y las historias, que eran tuyas, podían salir a la luz y se reflejaban en la burbuja.
- ¿En serio? – aunque no terminaba de creerlo del todo, Héctor empezaba a sentirse algo mejor.
- Claro. Y después escribías, y muchas veces incluso entonces añadías detalles de tu propia cosecha a lo que habías visto.
- Eso sí es cierto – admitió él.
- Es difícil hacer ficción – observó Musa -. Cualquiera no está capacitado para ver las historias allí donde existen, pero está claro que tú sí. Y lo más difícil no es ver un fragmento de esas historias y ser capaz de imaginar el resto, sino entender qué quieres contar a través de esa historia. Nadie se hace buen escritor a base de anécdotas.
- Entiendo – Héctor frunció un poco el ceño, sin estar seguro de comprenderlo realmente del todo.
- Es complicado encontrar la ficción y es difícil trabajar con ella, porque es una materia rebelde y escurridiza, pero lo que consigas decir de esa manera llegará mucho más fuerte a la cabeza y al corazón de los que te lean que cualquier reflexión, ensayo o discurso. La verdad está en la ficción.
- Eso lo dijo Martin Amis, ¿no? ¿Utilizó él la bolsa?
Musa le guiñó un ojo.
- No puedo decírtelo. Lo importante – prosiguió – es que el trabajo lo has hecho tú solito, y podrás seguir haciéndolo aunque yo me lleve esto – y al decirlo, cogió con suavidad la bolsa de entre los dedos de Héctor que, sin darse cuenta, había dejado de apretarlos en torno a ella -. Tendrás que trabajar duro y ser capaz de mantener ese espacio del que te hablaba antes, el vacío mental que precede a la creatividad. Deberás aprender a cazar historias sin la ayuda de la bolsa… aunque podrás llevar papel y lápiz.
Héctor sonrió. Se sentía ligero, como una burbuja de aquellas que le habían acompañado durante tanto tiempo.
- Pero será duro… - musitó, mirando largamente los ojos grises de Musa.
- Nadie dijo que fuera fácil -. Y antes de desaparecer, Musa estampó un beso ligero en la nariz del chico.
Y pese a que sabía que ella era incorpórea como un espíritu, Héctor juraría que había sentido en la piel el roce diminuto de sus labios.

7 comments:

Anonymous said...

por fin, el final!:D...me gusta!

Anonymous said...

Espera satisfecha. Gracias por prestarnos tus palabras.

Golfo said...

"Cuentos que hacen dormir a los niños y despertar a los adultos"
La verdad está en la ficcióm... y en las buenas fantasías tambien.
Puede que Hector, pudiese hacerlo solito desde siempre, pero no lo habría descubierto sin la musa.

Ruth said...

Has escrito el final que yo hubiera escrito, je, je. Ahora veo todo en términos de bolitas; cada vez que se me ocurre una idea que sale de algo que he observado, veo bolitas. Gracias por la historia.

Mandarina said...

Anónimos: a ver si salís ya del armario ;)
Golfo: como ha quedado demostrado claramente, Héctor no necesita a Musa para nada.
Ruth: el final no es excesivamente original, la verdad, pero era el fin que tenía toda la historia. Este cuento es simplemente mi forma de decirle a alguien que él puede. Que las bolitas te acompañen siempre. Y de nada.

Anonymous said...

Felicidades, Marina!

Bonita historia. Con o sin musa, has logrado darnos ánimos a todos para seguir intentándolo.

Un saludo.

Anonymous said...

weeee ma gustao mucho la historia en 3 partes :D estaba toda intrigada por como iba a acabar, gracias por hacer un final feliz :D