Friday, November 11, 2005

Nociceptores

Mi profesor de Psicología Fisiológica (más de cien kilos de imponente y respetable erudito) nos ha explicado hoy la analgesia congénita, una enfermedad en la que el paciente no siente dolor sea cual sea el estímulo que se le aplique. Lo que parece una ventaja suele conllevar lesiones muy desagradables. En palabras de mi profesor: "Está el niño en la clase junto al radiador y de repente la profesora se da cuenta de que huele a carne quemada, y cuando el niño se aparta del radiador se deja colgando los jirones de piel". (Esto merece ser incluido en la "antología de momentos deliciosos en clase de fisiología", junto con "eutanasia a un ratón" y "trepana tu propio cráneo").
Todo esto viene a que eso es lo que siento yo últimamente: que huele a carne quemada y no aparto el brazo porque no me duele, y que a lo mejor para cuando empiece a doler ya es demasiado tarde y me dejo los trozos colgando del radiador, renegridos, humeantes, huérfanos.

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