Tuesday, April 26, 2005

¡Viva ella!

Hoy he ido a una conferencia de Almudena Grandes titulada “La escritura como experiencia”. Me enteré casualmente por el Aula Magna, lo que confirma mi teoría de que las cosas te buscan cuando estás preparada para ellas. Iba sola, ya sabéis: sentada en el extremo de una fila, ojeando un libro y mirando inquieta a mi alrededor, pensando “seguro que todo el mundo me observa con pena y piensa que no tengo amigos”. Así soy yo: carne de paranoia.
Almudena es alta y corpulenta, viste de negro y apoya la cabeza en la mano extendiendo el meñique, como en las fotos de la solapa de sus libros. A mí no es que me mate su forma de hacer literatura, porque a veces me empalaga, pero es una de las escritoras más conocidas del país, y qué coño, yo nunca he oído hablar a un escritor de tanto éxito. Soltó algunos tópicos, pero tiene gracia cuando habla, y me conquistó cuando dijo que ella quería hacer Clásica, que es raro pero que a ella lo que le gustaba era el latín. Yo, que me pasé el bachillerato traduciendo embobada en el aula enorme y fría donde nos desterraron a los de humanidades, la entendí.
En el turno de preguntas, me lo pensé bien antes de hablar. Era una sola pregunta, una sola gran oportunidad para que una escritora auténtica me hablara directamente a mí (madre mía). Apunté varias opciones en la parte de atrás del cuaderno. ¿Te ha hecho feliz la escritura? ¿Qué opinas de los talleres literarios? ¿Qué te parece el fenómeno Código Da Vinci? Al final le pregunté sobre la soledad. “¿De dónde se saca la fuerza para pasar seis o siete horas diarias delante de un ordenador, sin nadie más que tus personajes, sin saber si lo que estás haciendo vale de algo o es carne de cajón?”
Asintió, pero estaba algo sorprendida. “Bueno – dijo -, es que a mí escribir me gusta. Es mi oficio. He aprendido a gestionar la soledad, igual que se aprende cualquier otro trabajo. Yo disfruto escribiendo”.
Asentí y di las gracias. Me habría dado un golpe en la frente de haber podido. ¡Claro, coño! Me enredo tanto en mis (estúpidos) debates místicos sobre la escritura que se me olvida la clave de la cuestión: que me gusta. Que si con once años me planté frente al ordenador de mis padres y me puse a escribir chorradas sobre niñas pelirrojas y viajes a Hawai (sí, esos eran mis primeros temas, qué pasa), fue porque me gustaba. No había ningún tipo de trascendencia ahí; en aquel momento no se me había metido aún en la cabeza que mi única forma de encontrar el sentido de la vida era escribiendo y que escribir es una lucha constante contra la resistencia y contra el mundo casi. Pues claro. Si es que el problema es que nos olvidamos de la base.
Luego medité sobre la segunda parte de su respuesta: gestionar la soledad. No sufrir la soledad, ni soportarla, sino gestionarla. Escribir, quedarse frente al ordenador, no asustarse aunque haga horas que no ves a un ser humano y dudes que tu capacidad de relacionarte socialmente siga intacta. Y después, salir a la calle y conocer gente interesante. Aprender a trabajar con la soledad igual que aprendes a trabajar con el bisturí, con los ladrillos o con la pintura al óleo.
¡Viva Almudena, viva!
Prometo que lo próximo que postee será otra criatura, porque me pongo a meditar gilipolleces sobre el oficio de escritor y no lo practico (muy mal).
PD: No sería justo acabar este post sin decir que Almudena Grandes es muy muy maja y que su conferencia ha sido interesante, estimulante y estupenda. Hala.

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